Volver al Futuro: La felicidad y el contexto laboral
La felicidad es el objetivo de la existencia y desde siempre ha sido una pregunta que ha preocupado al hombre en su evolución. Bajo este principio, hoy vemos cómo se ha comenzado a hablar de la felicidad en el mundo del trabajo producto de un giro de 360 grados que nos ha llevado de regreso a los orígenes, reconociendo a las personas como el centro principal.
En los tiempos de los oficios el trabajo permitía que las personas operaran en forma más integrada. Teníamos personas que funcionaban desde el sentido y que eran felices con sus trabajos y oficios, porque podían desarrollar y experimentar con sus capacidades.
En el siglo XX y con la llegada de la revolución industrial, ocurre un quiebre en el mundo del trabajo. Se fragmenta a las personas en partes que sirven para usos específicos. Todo está organizado para sólo actuar, dejando de lado el sentir y el pensar. Así se deshumaniza el trabajo y a las personas en consecuencia, que pasan a ser “mano de obra”. Los talentos, habilidades y necesidades de cada individuo se anulan y se reemplaza todo en una o más funciones, limitando a las personas y su capacidad creativa. En este proceso, se instala además el poder del dinero, como moneda de cambio motivacional. El individuo comienza a moverse por obtenerlo, pero también aprende a conocer el vacío y el sin sentido, teniendo como resultado personas desmotivadas, dormidas y narcotizadas que no se desarrollan como podrían hacerlo.
Por ello hablamos que la felicidad, entendida como una existencia con sentido, ha sido un tema relevante siempre. En el siglo XXI las personas, y en especial los jóvenes, han recobrado este sentido o han iniciado su búsqueda, logrando identificar qué es lo que los mueve y dónde pueden encontrarlo.
Los incentivos del siglo XX han comenzado a fallar, estando en la actualidad el paradigma de sólo rentabilidad en jaque. Esto porque las personas han evolucionado y despertado su nivel de consciencia y han vuelto a la necesidad de sentido, a las motivaciones intrínsecas. Se dieron cuenta que la felicidad no está en ganar mucho dinero que no se puede disfrutar y/o que no entrega un bienestar real. Tampoco en ostentar un cargo que no los define. Comprendieron que importa el ser, y no sólo el hacer. Y eso dice relación con tomar consciencia de uno mismo, del otro y del mundo en el cual nos movemos, y por ende de los talentos y capacidades infinitas que cada persona tiene.
Lo que mueve a la gente, el motor de la felicidad, genera una integración del individuo, que potencia todos sus talentos y capacidades. Adquiere así, un real bienestar que impacta no sólo en la calidad de su vida, sino que también en la de la organización en la cual trabaja y en su entorno, dejando fuera miedos y competencias. Complementa así su inteligencia cognitiva con la emocional, y la espiritual. Experimenta la libertad y autonomía, entre otros.
Si revisamos cifras, el 50% de las personas que trabaja siente que no utiliza todas sus capacidades; un tercio afirma no tener claro el aporte que hace; 1 de cada cinco siente entusiasmo por objetivos que mantiene en común con otros integrantes de una empresa. Son cifras reveladoras que nos muestran que más de algo hay que mejorar. La llamada Generación Y, como también el capitalismo consciente, son un resultado de este nuevo contexto y de esta necesidad de volver al sentido, que no opera igual que en la era industrial y que plantea que la realidad anterior debe ser cambiada.
Si operamos desde el sentido, desde lo intrínseco, podemos despertar los talentos infinitos de las personas, beneficiándose empresas e individuos. Por ello, los líderes y empresas deben ser capaces de generar espacios, en donde las personas puedan desarrollar sus talentos. Un trabajo es una circunstancia, no nos define como personas. Nos define la toma de consciencia, que es encontrar el sentido, y eso es lo que hoy las personas buscan o están comenzado a buscar.
Es exigible tener buenos líderes capaces de crear y mantener ambientes de trabajo con sentido, donde la creatividad crezca y todos los talentos estén despiertos, al servicio de un propósito común.
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