access_time 14 · 09 · 2015

Por Cristóbal Bley / Revista Viernes – La Segunda

Dos veces a la semana, y durante varios meses, un grupo de altos ejecutivos se reúne a entrenar su voz, ensayando canciones de Queen o actos de El Fantasma de la Ópera. Toda esa práctica, que terminará siendo un musical presentado en vivo en el Club de la Unión, forma parte de un nuevo estilo de coaching que, a través de papeles escénicos, busca sacar a estos directivos de sus personajes gerenciales y descubrir su lado más sensible y emocional.

Es la hora del taco de un miércoles, el final de un día de trabajo, y cuatro mujeres muy formales, en el salón de una oficina, se ponen a cantar. “Iari iari iari, iori iori iori”, dicen a coro, afinando sus voces, soltando las cuerdas vocales. “La i le da brillo y la a le da fuerza”, les explica Manuel González, entrenador vocal, dirigiéndolas con los dedos. “Suelten la tensión del día, ya se acabó la pega”. Ellas repiten, ahora más coordinadas: “Iari iari iari, iori iori iori”. A un lado, cuatro hombres trajeados, de reloj, zapatos y chaqueta, esperan su turno para ponerse a cantar.

Son las 19:20 y este grupo de personas, mujeres y hombres algo cansados está compuesto por gerentes de primera línea de grandes empresas nacionales y extranjeras. Llevan casi dos meses reuniéndose miércoles y jueves, dos horas después de la oficina, para cantar y practicar un número musical. “Iiaaaaaaaaa”, cantan ahora los varones, entre los que están el gerente de un banco español y otro de una compañía tecnológica norteamericana. Podrían estar camino a su casa o en medio de una importante reunión, pero todos ellos aceptaron la invitación de People & Partners, una empresa de consultoría que, para celebrar su aniversario número 15, llamó a una docena de ejecutivos para que entrenaran su voz, aprendieran unos versos, se metieran en un personaje y cantaran en vivo en un musical.

“Es como una terapia”, se justifica Gonzalo Arano, country business manager de 3M, un boliviano que hace seis años vive en Chile y que para este evento, que se realizará a fines de septiembre en el Club de la Unión, debe cantar como Freddy Mercury en “Bohemian Rapsodhy”. “Mamma, I just killed a guy”, recita Arano suavemente, en un perfecto inglés, mientras Manuel, el instructor, le pide que se suelte más, que saque la voz desde el fondo.

“Yo nunca canté, ni en la ducha”, dice. “Pero aprender, entrenar y tener que hacerlo después frente a un público es un desafío, un reto. Además de ser divertido, me permite derribar mis miedos, vencer el pánico escénico. Eso sí, no es fácil ser Freddy Mercury”.

Cristián Lopicich, 62 años, gerente de banca institucional del Banco Santander, se cree más el cuento. De chico le interpretaba boleros de Lucho Barrios a su padre, y él mismo cumplió cincuenta años, se puso delante de un micrófono a cantar. “Invité a todas las personas importantes de mi vida, desde mis nanas a mi dentista y sicóloga. Contraté a una orquesta y al productor musical de Sábados Gigantes, y como regalo a todos ellos, por acompañarme en estos cincuenta años, les canté ‘Color Esperanza’, de Diego Torres”. Ahora, doce años después, su rol es el del Fantasma de la Ópera. “Es difícil, me cuesta cambiar de agudos a bajos, pero me encanta. Venir acá te saca toda la mala onda del día y te deja como nuevo”.

A Marcela Bravo, gerenta de Asuntos Corporativos de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), le tocó el papel de Christine Daaé, la heroína del Fantasma de la Ópera, en la versión popularizada por Sarah Brightman en 1998. “The Phaaaaaantom of the Opera is here”, canta Marcela, cerrando los ojos y llegando a unos tonos altísimos, más propios de una soprano que de una ingeniera comercial. “Yo en el auto canto a gritos, me da lo mismo con quien vaya ni que me miren en los semáforos. También cantaba en los actos de colegio y lo sigo haciendo en la casa, pero desde que participo de estos programas me he dado cuenta no sólo de que puedo cantar bien, sino que además me conozco mejor a mí misma”.

 

CANTANDO POR UN SUEÑO

Este tipo de programas que hacen bailar y cantar a gerentes de empresas, por ejemplo, se ha masificado de la mano del coaching, un método que surgió en los noventa, en Estados Unidos, para apoyar a las personas que se encontraban en procesos de búsqueda interior, con la intención de superar objetivos y metas a corto y largo plazo. De la mano de un coach, que es como se denominan quienes imparten estos cursos, individuos y organizaciones se someten a distintos procesos y terapias, siempre pensando en “que la persona logre sus propios objetivos y que descubra ella, por sí misma, qué es lo que quiere en la vida y cómo lograrlo”.

Así lo define Rosa del Corral, vicepresidenta de la Asociación Chilena de Coaching y miembro de la academia de coaches Inpact. “Hace diez años, el diez por ciento de las empresas chilenas sabía lo que era el coaching; hoy, al menos un cincuenta por ciento ha tenido experiencias directas con él”. Esto porque, según ella, los gerentes se han dado cuenta de que liderar una compañía es mucho más que ser eficientes y tener buenos resultados. “Ahora hay que tener inteligencia emocional, habilidades comunicativas y asertivas. Hay una necesidad de los ejecutivos por comprender un poco más al ser humano y de ver cómo manejarlo, cómo formar equipos de alto rendimiento, sacándoles el mayor provecho a las personas”.

Hace cinco años, la empresa chilena People & Partners , dedicada a la asesoría de organizaciones y personas en temas de liderazgo y desarrollo de carrera, celebraba su décimo aniversario. Janet Spröhnle, socia y directora, no quería hacer el típico desayuno en un hotel, en el que se muestra un video y se entrega un regalo corporativo. Quisieron hacer algo más sofisticado y sorpresivo: organizar una presentación donde el equipo de P&P cantara y bailara frente a sus clientes, quitándoles seriedad y protocolo a los festejos.

“Pero ahí entendimos que estábamos mal, que debíamos hacer esto no para nuestros clientes sino con ellos”, recuerda Spróhnle ahora, justo antes de un nuevo ensayo de canto. Desde entonces, mediante su programa People Color, han montado once espectáculos con distintas compañías Sodexo, 3M, Movistar, Transbank y Walmart, entre otras, las que notaron cómo las dinámicas de trabajo en equipo cambiaron después de tener que coordinar un paso de baile o armonizar el coro de una canción.

“Pero lo más importante”, dice Janet Spröhnle, “es que los gerentes y directivos dejan de serlo cuando empiezan los ensayos. El ejecutivo se da cuenta de que tiene mucho que aprender, y de personas que nunca pensó que le iban a enseñar algo. Hacen una conexión con la inteligencia más corporal y emocional, con lo creativo. Se contactan con su niño”.

Un niño que, al parecer, no es tan fácil de contactar. Esa búsqueda, de hecho, hizo que el coaching recurriera a técnicas y herramientas vinculadas a la música y el teatro para encontrar mejores resultados. Por eso, que un montón de gerentes de grandes empresas se junten a cantar dos veces a la semana no resulta algo raro para Rosa del Corral.

“El proceso del coaching se puede dar a través de cualquier mecanismo. Esto se trata de que la persona descubra por sí misma lo que quiere hacer, cuáles son sus objetivos de vida, y las maneras para llegar a eso son variadas: hay distintos estilos de coaching, yoga-coaching, coaching somático, etc. Ahora incluso hay gente de otras disciplinas, del arte o de temas esotéricos, que se están introduciendo en el coaching o se apoyan en él”, dice.

PERSONAJE DEL PERSONAJE

Una semana después del ensayo, en el taller del diseñador Ricardo Oyarzún, durante la prueba de vestuario, los gerentes se sacan la corbata y los zapatos de taco y se convierten en sus personajes. Maquillados y caracterizados, no pasa mucho tiempo antes de que salgan de su pragmatismo laboral y se pongan a posar y cantar como los roles que les toca interpretar.

“Es que cuando se ponen el personaje de ejecutivo, se convierten en el prototipo”, dice Spróhnle. “El gerente de finanzas es el pesado, porque corta las platas; el comercial es el acelerado, lleno de reuniones. Al final, tenemos empresas u organizaciones llenas de personajes, donde la gente no puede ser ella misma, por temor a perder o a no ser reconocidos, a ser castigados. Entonces no son libres, no está la verdadera persona, no hay creación, no hay sueños, no hay alegría”.

Patricio Fernández, director de comunicaciones de Sodexo, comparte el papel de Erik, el Fantasma de la Ópera. No sólo debe cantar y manejar los altos y los bajos: también debe mostrarse seductor, misterioso y malvado a la vez.

“Esto te transforma. Yo igual trato de mantener un equilibrio en mi vida, que el trabajo no intervenga mi ámbito personal y familiar, aunque no siempre se puede. Pero aquí, cantando, siendo otro, todo el estrés y los atados se van. Es como ir al gimnasio: uno llega a dormir a la casa”, dice.

Manuel González, el instructor vocal, hasta hace unos cinco años había trabajado principalmente en televisión, entrenando a animadores como Rafael Araneda o Karen Doggenweiler. “Estaba acostumbrado a trabajar con gente del show, entonces cuando me llamaron para trabajar con gente que no canta, que no baila, que no actúa, yo dije qué voy a hacer acá”.

“Generalmente”, dice Manuel. “los gerentes están en su burbuja, son endiosados y todopoderosos, por lo que nuestro trabajo era bajarlos a la tierra. Lo más difícil es manejarles el ego, porque son ejecutivos, muchos quieren figurar y ser protagonistas. Si bien en un momento me costaba, a la larga fue súper interesante porque ellos tienen algo que en general los artistas no tienen, que es la disciplina y el rigor. Y se transforman: vuelven a jugar y al final muchos terminan las obras en estado de éxtasis, llorando”.

“Es como una paradoja”, explica Janet Spröhnle. “Acá les decimos: sácate el personaje de tu rol en la empresa y sé tú mismo. Pero para ser él mismo, tiene que meterse en otro personaje, que es el del musical. Cuando los ejecutivos se suben al escenario, ahí aparecen ellos. Y con todo: con sus luces, sus sombras, sus alegrías, sus capacidades más creativas”.

Mientras el gerente del Santander, Cristián Lopicich, baja la escalera del taller, Patricio Fernández lo mira y se ríe. “Cuidado con los peldaños, no te vai a convertir en el fantasma del Fantasma”. Para Fernández, la motivación también pasa por hacerlo mejor que el otro. “Veremos qué pasa la noche de estreno. Queremos ganar, lucirnos, que salga perfecto. Es un trabajo en equipo, pero por algo somos gerentes: somos competitivos”.

Para ver reportaje completo en revista Viernes hacer clic en este link.

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