account_circle Por: Tania Villarroel, Career Partner, People & Partners

access_time 07 · 08 · 2019

Vivimos en un mundo conectado, que aspira a funcionar desde una sociedad colaborativa, donde encontrar cada vez más espacios para propósitos que impacten a nuestro colectivo como especie, donde podamos encontrar sentido en lo que hacemos y, así, encaminarnos hacia el encuentro de la Felicidad.

Pero antes de todo lo anterior, que suena precioso en papel, debemos hacer nuestra, hacer cuerpo, una distinción importante.

Simple y claro: debemos dejar de pensar en modo transaccional, esto implica interrumpir el proceso de pensamiento que nos lleva a traducir todo lo que podríamos hacer por el otro, en como terminaría impactando positivamente en mi propia realidad.

Doy algo y requiero algo similar o de mayor valor a cambio, es decir, la cultura del interés y de la generosidad condicional. Si me conviene, si puedo proyectar los frutos de mi acto como provechosos, te ayudo, si no es así, ni me molesto.

Desde este lugar, nuestra vida diaria es un conjunto de pequeñas decisiones que incorporan este algoritmo. ¿Me conviene ser amigo de tal o cual? ¿Me conviene ayudarlo con su búsqueda de trabajo? ¿Qué obtengo al ser amable?

No es una tarea fácil. Desde niños funcionamos en base a recompensas y castigos. Buscamos obtener beneficio por nuestras acciones y evitamos las consecuencias negativas de nuestros actos. Y así vamos construyendo un mundo donde el entramado se teje en base al interés. Es decir, lo que finalmente hacemos como especie es el triunfo de la voluntad de algunos por sobre la voluntad de otros. ¿Por qué? Porque esos que hicieron valer sus deseos podían entregar a cambio lo que otro requería para hacer andar su proyecto.

Es evidente que si no modificamos las intenciones que modelan nuestro comportamiento, el mundo no va a cambiar lo suficiente como para que haya valido la pena el esfuerzo.

Entonces, cuando hablamos de ser colaborativos, no puede ser una pose, sino un cambio profundo en nuestra forma de ver la vida en cada oportunidad de decidir desde la generosidad incondicional.

Colaboración es ser generoso incondicionalmente. Te ayudo porque puedo, porque estoy en posición de hacerlo. Dejo atrás la conveniencia y el interés.

Sé que algunos me podrían decir que siempre va a haber interés, ya que comenzaríamos a perseguir ese sentimiento, esa sensación satisfactoria que se produce cuando ayudamos. Generalmente los que no ayudan hacen ese tipo de comentarios, no los que ayudan. Nadie que ayude lo entiende esa manera.

Ayudo porque está en mis manos y sí, se siente bien, pero eso no es lo que persigo, porque no persigo, no ayudo con un objetivo emocional en mente. Sé que hace bien. De hecho, la generosidad es uno de los caminos hacia una vida más positiva y enriquecedora, pero no lo hago por eso. La satisfacción es una consecuencia, no un objetivo. Si se transforma en meta, dejamos de habitar la generosidad incondicional.

Entonces, te propongo que comiences a explorar el camino de la acción desinteresada, del abandono de los objetivos cuando se trata de relacionarte con personas. Ayudo porque puedo, porque estoy en posición de hacerlo.

Necesitamos dejar atrás la competencia incesante y comenzar a colaborar para que todos nuestros sueños se hagan realidad, ¡no sólo los tuyos tienen valor!

Personalmente, sueño con una sociedad donde nos importa el otro, donde dejamos de verlo como un medio para conseguir nuestros fines, como un objeto. Sueño con personas con el corazón bien puesto, con los brazos extendidos y las manos bien abiertas.

Es tiempo de cambios poderosos, ese es mi sueño…¿me ayudas a cumplirlo?

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