access_time 16 · 09 · 2015

Lecciones del jazz para el liderazgo gerencial

por Víctor Hugo Badilla, Career Partner / People & Partners

Como entusiasta seguidor del jazz escucho, como muchas veces, los primeros compases de “Kind of Blue”, para muchos el mejor disco de jazz… e inmediatamente el cuerpo comienza a ponerse en movimiento al sentir la música y conectarse con quienes la tocan.

Mientras estoy en eso se me vuelve a presentar una idea recurrente en la mente… que pasaría en las empresas si los equipos gerenciales lideraran en “tiempo de swing”…

En ese tiempo que ha sido descrito como “una sensación rítmica expansiva creada por la interacción de la música interpretada por la sección rítmica de una banda y sus solistas, que incita al movimiento y la emoción …”

Quienes tocan jazz nos cuentan que lo primero que aprenden es reconocer que las personas son distintas, pues cada músico tiene sus puntos fuertes y puntos débiles y se aceptan las virtudes y las debilidades de quienes nos rodean y también las propias, sacando en cada momento lo mejor de cada uno bajo la idea de “trabajar con lo que se tiene”.

El jazz y su sentido de swing también nos enseña que es posible resolver las diferencias con otras personas, es difícil pero puede lograrse, ya que aprendes a aceptar las decisiones de los demás, algunas veces siendo tú el que lideras y otras no, pero en ningún caso puedes abandonar.

Es el arte de negociar, entre los miembros de la banda, el intercambio con estilo y elegancia con el objetivo de hacer algo juntos y permanecer unidos; ser oído implica tener que escuchar al otro y hacerlo atentamente y además para sonar bien, debemos ser capaces de confiar los unos en los otros.

Estas dos revelaciones, la importancia de expresar y aceptar la singularidad de cada uno y el deseo de resolver los asuntos con los demás, nos proporciona lo que todo líder necesita para encarar las complejidades de las relaciones personales.

El jazz y su tiempo de swing es el arte de la oportunidad, pues te enseña el “cuando”. Cuándo empezar, cuando esperar, cuándo subir, cuándo bajar, cuándo tomarte tu tiempo, cuándo dejar tiempo a los otros, es decir reconocer esas herramientas tan indispensables para ver al otro y para generar bienestar en los demás.

La oportunidad tiene que ver con el tiempo y el tiempo es la esencia del jazz, no el tiempo que marca el reloj, ni el de la agenda, ni tampoco el marcado por una partitura de música, sino el tiempo del swing, que se manifiesta en tres clases de tiempo cuando te encuentras en el escenario: el tiempo actual (el paso de los segundos y minutos) tu tiempo (es decir cómo te afecta el paso del tiempo actual) y el tiempo de swing (cómo ajustas tu tiempo para que el tiempo actual se convierta en el tiempo de la banda) una acción colectiva.

Tomando este tiempo, el jazz también nos enseña a ser “puntuales” y esto tiene muchas aplicaciones prácticas fuera de lo musical. Cuando se es puntual se sabe cuando se debe estar callado, cuando reafirmarse o cuando adueñarse del momento soltando alguna respuesta apropiada y lúcida que te permite:

– Ajustar los cambios sin perder el equilibrio

– Dominar los momentos de crisis con un pensamiento claro y objetivo

– Vivir el momento y aceptar la realidad en lugar de tratar de forzar a los demás a hacer las cosas a su antojo

– Concentrase en una meta colectiva aun cuando su concepto de lo colectivo no predomine

– Saber cómo y cuándo expandir la energía personal

En el jazz encuentras tu propio swing, ya sea tocando o escuchando…se dice que el jazz es la mayor expresión de libertad individual, en conjunto con otros y para otros… la invitación es ponerle swing al liderazgo… sigo escuchando el sonido inconfundible de la trompeta de Miles Davis que poco a poco se apaga, no así su swing…

 

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